Bloque Principal de la Entidad Mancomunidad Integral de Municipios Guadiana .microrrelatos

Todo estaba inusualmente silencioso y en la oscuridad la cama se palpaba húmeda.
Los niños pequeños dormían acurrucados a la madre quieta.
Sonó el timbre varias veces, la lechera insistía… ¡Amelia!
Nadie contestó.
Yo no lograba entender en qué nuevo universo había amanecido. Me orinaba pero la puerta
del baño estaba atrancada. Noté mojado y caliente el pantalón del pijama.
La luz se iba filtrando torpemente por la persiana de aquel piso de la periferia de Madrid,
ahora callado y opaco. Allí donde la ciudad termina.
Esperé sentado detrás de la puerta, abrazaba mis rodillas sobre el suelo frío, tragando unas
lágrimas ardientes, premonitorias.
Volvió la lechera, aporreaba la puerta…¡ Amelia!. Después un policía abrió violentamente y
encendió la luz. Una luz que no alumbraba. Ochenta vatios no daban para comprender la
escena.
Ahora todo era negro y grumoso. Mi madre era una mártir silente. Mi padre pendía rígido
haciendo pequeñas elipses. Yo no podía parpadear sobre mis órbitas.
Volvimos al pueblo con mis tíos maternos convertidos en huérfanos de feria sometidos a la
compasión y el espanto.
Toda nuestra vida era ahora apenas una nota en la crónica de sucesos. Febrero 1977.
Otro caso.
Ya bastaba.